En Terapia Cognitivo Conductual se enfatiza mucho la idea que la
conducta, tanto la normal como la patológica, se halla en estrecha relación con
el ambiente. El vínculo entre persona y ambiente se considera bidireccional,
vale decir, el entorno va moldeando nuestros comportamientos, pero nosotros
también somos capaces de cambiar nuestro medio.
En esta interacción continua y recíproca lo que más define a los
ambientes radica en sus características sociales. Es decir, si bien los humanos
también somos influidos por las características físicas de un entorno, como la
luz o la temperatura, lo más sobresaliente de nuestros ambientes es que son
compartidos con otros semejantes, con los cuales tenemos que entendernos y adaptarnos
mutuamente. De ahí que muchos aspectos de los desórdenes psicológicos se
encuentren influenciados por relaciones interpersonales disfuncionales que los
terapeutas no podemos desconocer.
Sucede frecuentemente que las conductas patológicas de los pacientes se
encuentran estimuladas por familiares o amigos quienes inadvertidamente,
pretendiendo ayudar al paciente, terminan por favorecer la aparición y
mantenimiento de hábitos insalubres y nocivos.
1.- Reforzamiento diferencial de conductas incompatibles
Consiste en que el familiar interactúe positivamente con el paciente,
reforzándolo cuando, por ejemplo, el anciano emite conductas interpersonales de
adecuada socialización como hablar de temas cotidianos, familiares, sociales,
pero sin emitir quejas físicas o expresiones propias de un cuadro depresivo.
Puede implementarse mediante:
- El dialogo
- La aprobación
- La atención
- La sonrisa
- La expresión de afecto
Esto indica que la comunicación con los
familiares debe ser inmediata y orientada a la estimulación de la conducta
social del paciente.
En terapias de parejas se les recomienda estar atentos a las conductas
positivas que desean estimular en su compañero/a a fin de reforzarlo por ello.
Así, se entrena a ambos miembros a detectar al otro haciendo una actividad que
se desea y entonces, reforzarlo por ello.
2.- Extinción
Consiste en dejar de reforzar los comportamientos que queremos que
disminuyan su frecuencia o desaparezcan. Siguiendo con el ejemplo anterior,
cuando el anciano se queja o emite verbalizaciones propias del cuadro
depresivo, no hay que responder al mismo.
En el abordaje conductual, se le enseña al familiar diferentes formas de
extinguir la conducta: la indiferencia, dejar de mirar al anciano, retirarse
del lugar, no responderle, hacer otra conducta en lugar de permanecer junto a
él. De modo análogo al RDI, la extinción debe aplicarse en el instante
inmediato en que ocurre la conducta disfuncional. Paralelamente, si se produce
una modificación en el comportamiento del anciano, y este deja de quejarse y
habla normalmente, vuelve a reforzarse la conducta positiva. Este aspecto es
crucial, pues implica que la extinción deja de aplicarse cuando se observa un
cambio conductual en la dirección adaptativa.
En el tratamiento de parejas, cuando un integrante grita, insulta o
ironiza a su cónyuge, se le sugiere a este último que no responda y se retire
de la situación. Normalmente, esto ayuda a disminuir las conductas hostiles
porque ellas no reciben reforzamiento.
3.- Modelado
Consiste en observar la conducta de un modelo e imitar su
comportamiento. Es un procedimiento muy utilizado en los programas terapéuticos
de habilidades sociales. En lo que concierne a problemas de comunicación en
parejas, el modelado resulta especialmente útil para cambiar los componentes
formales de la conducta, uno de ellos, típicamente, el elevado volumen de voz
con el cual los integrantes discuten.
En estos casos, el terapeuta habla intencionadamente en un tono de voz
más bajo que lo habitual con el fin de que los pacientes lo copien,
especialmente cuando se plantean diferencias entre sí. Una vez efectuado el
modelado, los pacientes tienen que practicar, esto es, conversar a propósito a
un volumen bajo durante una determinada cantidad de tiempo diaria.
4.- Contrato Conductual
Se trata de un acuerdo de partes en el cual se especifica qué
actividades se compromete a realizar cada integrante de la pareja. Por
supuesto, no tiene valor legal sino simbólico, pero aumenta mucho la
probabilidad de cumplimiento de algunas pautas de conducta. Puede incluir una
serie de comportamientos propios de cada área en la que aparecen conflictos. Dado que el contrato conductual delimita con
precisión qué hace cada miembro, incluso a veces también cómo y cuándo, tiende
a disminuir la frecuencia de las disputas por temas diarios y menores. Se trata
de una herramienta muy versátil; así en caso de que luego de pautarse, se
revele como algo difícil de cumplir, puede rediseñarse en función de la
experiencia pasada. De a pequeños pasos, se van ajustando los detalles de los
acuerdos tratando de maximizar la satisfacción de los miembros de la pareja.
La eficacia en el tratamiento se logra echando mano de los
procedimientos que mejor responden a la problemática específica del paciente. Por
lo tanto, no tiene mucho sentido insistir con un abordaje individual cuando las
conductas problemáticas se encuentran sostenidas por factores sociales y
familiares.
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